martes, 1 de noviembre de 2016

JULIETA FRENTE AL ARQUEÓLOGO TORERO

En una época en la que, solo Dios sabe por qué, conservaba aun amigos decidimos en un día indeterminado entre el 28 de febrero y el 19 de marzo tomar café al sol. Tiene sentido aquella peripecia, pues los exámenes, que constituían nuestra mayor preocupación de entonces, se concentraban en el mes que acababa de terminar. Así que aquel mediodía acabamos, demasiado tarde, todo hay que decirlo, tomando café, coca-colas y fantas en la terraza de un bar llamado Alfonso. No sé si fue nuestra maltrecha sesera la que nos llevó a seguir los designios de uno de nosotros, pero lejos de saber mantener una conversación coherente y de charlar de cualquier cosa, empezamos a trabajar en personajes para un juego de rol al que nunca jugamos. 

El desvarío en la formación de aquellos actores, anulados antes de salir a esa escena virtual, fue inimaginable. No puedo recordar con exactitud quiénes fueron el bibliotecario espía, el diplomático químico, el tenista asesino y otros, entre los que estaba el torero arqueólogo y museólogo que me correspondía. Desvarío mencionado, reflejo de la figura de Ali Bey, alcalde de Córdoba y viajero romántico, del que robé la biografía en la descripción de mi rol, añadiendo la torería. 

Si añadiéramos a esta historia inconclusa del juego de rol, un pescador artístico y rico, un maestro comprometido que lo deja todo, un filósofo del Arte, y mujeres que siempre caen en desgracia o son tan ricas que están por encima de la desgracia, personas que viven en los rincones más extremos de este país y que no tienen ninguno de los acentos más pronunciados que existen como el gallego y el andaluz, pisos enormes y céntricos que se alquilan por cuatro perras, estaríamos añadiendo elementos del mismo nivel que los del juego de rol que mi amigo encajaba. 

Y es así Julieta, una película mala, en la que yo, que no sé muy bien lo que son los fallos de guión, descubrí varios errores de guión; en la que no están acertadas las interpretaciones de casi ningún actor; una película que desaprovecha las historias secundarias, ¡tan planas!; una cinta en la que por ningún lado hay nada del mundo de Almodóvar. O apenas nada, pues ese mundo cuqui y sofisticado en el que muchas veces ha hecho vivir a sus protagonistas, se muestra como natural y accesible a personas que no tienen medios para alcanzarlo.

En mi memoria ha saltado algo que ha unido a la visión de esta película muchos de mis recuerdos de aquellos años noventa. Parte de la ambientación de la historia se mezcla con las historias de trenes que viví en aquella época; ni de lejos, ni en sueños, eróticas o galantes, seguro que también, a su modo, interesantes, y, también, a su modo, de un universo tan propio como el del director Almodóvar. Se han unido también por el baloncesto, por su delgado hilo conductor, por su inconsistencia como futuro. Por la vacuidad de una vida tan insustancial como el filme. 

En la cabeza de un autor no siempre están las mejores ideas, ni siquiera en la de los genios; lo que me sorprende es pensar que esta película toma su guión de tres novelas. Siempre es difícil realizar una adpatación de un libro, tomar su sentido, exhalar su espíritu; quizás condensar tres libros, incluso breves, sea una tarea muy difícil; pero la forma en la que parecen tomadas unas ideas sueltas de aquí y de allá, sin trabarlas, sin ver la continuidad, la necesidad de que las cosas ocurran hace inconsistente a la película; le elimina la credibilidad de algo que nunca se encuentra ni se sabe lo que es, pues ni siquiera en los mundos buñuelianos, berlanguianos o incluso almodovarianos son incoherentes e inconexas las narraciones, todo responde a unas leyes propias, a parámetros particulares. En Julieta eso no existe.

Me gusta el cine, y me gusta saborear las películas; para mí mismo ejerzo de crítico de cine, y, ni así, me gusta destrozar con malos comentarios el trabajo de los autores. Tiendo a tener cierta solidaridad con el trabajo intelectual de otras personas, y pienso que, muchas veces, por un lado viajan el deseo de contar algo, las buenas ideas, el tino, y por otro la prescipitación y la falta de trabajo. Supongo que lo que escribo podría ser destrozado por cualquiera, y que algo así me dolería. Imagino que a cualquier autor le puede doler ver criticada su obra por un don nadie. Como espectador he disfrutado con el cine de Almodóvar en días no tan lejanos, esos en los que además de la inspiración ha habido mucho trabajo en los poros de la película, y ahora estoy decepcionado. Le concederemos nuevas portunidades al manchego para reconciliarnos con él.

Aquel juego de rol no llegó nunca a buen fin. O nunca tuvimos tiempo para jugar o lo consideramos imposible de rolar a buen puerto; en cualquier caso, las obligaciones, el azar o un pequeño instante de clarividencia nos libraron de mayor sonrojo. Más le hubiera valido a Julieta seguir este camino.

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